sábado, 29 de junio de 2013

MANTIS



-       ¡Ay, pero qué feo que estás! Siéntate aquí que te voy a pelar.



Esto se lo dijo porque ya no aguantaba más mirarlo sin verlo. El viejo no abrió la boca si no que la cerró por el miedo que le entraba cuando ella decretaba y, claro, por no atragantarse con los mechones. Se sentó en la silla que sacó ella a la puerta y se dejó hacer. Al final, como si su cara saliera de una cueva de pelaje, como si asomara a la luz un hurón desde su madriguera, como la foto estática de un tren de cercanías apareciendo tras un túnel bien oscuro.



Salieron los vecinos a olisquear:



-       Uy, como que me parecías más viejo de lo que eres, vaya, lo que hace un pelaooo.

-       Mañana ni te conocen en el bar. ¡No me lo pierdo!

-       ¡La virgen, neneeeee!

-       Qué bonico me ha quedao...



Esto último lo dijo ella al terminar, achispada por el vino que había sacado para convidar, dejando ver su silueta de mantis religiosa, mientras pensaba que el feo no tenía arreglo, que  le gustaba más verlo de noche, cuando la penumbra desdibujaba y la imaginación afilaba la realidad...



Y entonces fue cuando se lo comió y no lo tuvo ni que pelar.


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