Un plato hondo encima de la mesa.
Con un pedazo de luna llena regalado en una noche
de sortilegio.
Un vaso vacío.
Con restos de un licor color caramelo que se hace
pegajoso a la vista.
Un desconchón en el suelo.
Con un zapato encima de charol brillante y barato
que promete noches de motel mugriento.
Un reloj de bolsillo.
Con cadena plateada colgando de una percha
autoadhesiva en la pared de la cocina.
Un calendario del 2012.
Con un solo día tachado en rojo para hacerlo
desaparecer de la historia.
Una luna llena que parece un plato llano y vacío.
Un caramelo derretido en una copa sucia y mate.
Un zapato negro que invita a una lujuria cuarteada.
Un gancho en la pared que despega un reloj muerto de
plata.
Y un día rojo sin historia en un calendario que no quiere
existir en ningún año.